IDIOTA





Era bien entrada la madrugada cuando terminó de preparar sus maletas. Fuera, el tenue brillo de la Luna quedaba ahogado por el incesante parpadeo de los intermitentes del taxi que le esperaba en la puerta. Me besó. Con lágrimas en los ojos se subió en el coche. 

Mientras se alejaba, me di cuenta de lo idiota que era Khahlil Gibran: No tenía que dejarle ir sino luchar por nuestro amor.




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