Llamadme loco

Me ocurre cada cierto tiempo: empiezo a enfadarme por todo.

Amigos hacen cosas que me irritan.

Personas que conozco hacen que me enfurezca o me sienta dolido.

Desconocidos me hacen creer que el mundo es una mierda y que estamos abocados a morir en el fatal trance de sentir cómo las heces penetran en nuestros alveolos pulmonares, llevándonos a la más patética desaparición.

Cuando siento que no puedo más, que he llegado al límite, tras beberme varios cafés como quien intenta ahogar sus penas en bourbon; me miro al espejo. Es un rostro cansado, con alguna cicatriz, pero en esos ojos que me escrutan al otro lado, aun existe el brillo.

Algo me oprime e intenta extinguir mi llama.

Me asfixia, me presiona, me empuja...

Quiero golpear es maldita cara que me mira desde el otro lado con una sonrisa burlona, que continuamente me desafía a dar un paso más con su frase favorita: No hay huevos.

Y grito por dentro. No hago ruido porque lo que opinen los vecinos es más importante que mis sentimientos, o eso me enseñaron.

A lavar los trapos sucios en casa.

A aparentar ser más que el resto, aunque estés hundiéndote en el mar con un bloque de cemento en tus pies.

A aparentar.

A disimular.

Eso me agota, me lleva hasta el límite de lo humanamente soportable y me pongo en el borde del precipicio mirando hacia abajo, aun sabiendo que nunca se debe mirar hacia abajo.

El vacío me llama, me atrae, por un segundo dejo que mi cuerpo flote.

En ese milisegundo, cuando la oscuridad cree haber vencido, grito.

A la mierda mis vecinos.

Saludo al fondo con una peineta a dos manos.

Que te jodan.

Levanto la vista hacia el espejo y encuentro el problema. Se instala en mi cabeza y poco a poco va creciendo haciendome débil, me hace sentir miedo, sin confianza...

Pero mi Dalila acude al rescate y rápido zanja el problema.

Y los veo ahí, ya no son gran cosa mirados desde arriba. Les regalo otra peineta, cualquiera que me viera pensaría que estoy mal de la chaveta.

Tal vez, pero ahora me siento mejor. Más vivo, más guapo, fuerte y creativo.

Eso es lo que siento cada vez que me corto el pelo.

Llamadme loco, pero visto así, cualquier pequeña cosa de mi vida es la semilla de una historia.

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