A muerte.

Y el duque desenvainó la espada.

-¡A muerte! -gritó preso de la ira al ver que el impasible enmascarado no movía un solo músculo.

La duda comenzó a embargar al noble, antaño altivo y soberbio. Un hombre que ante la amenaza del acero no muestra un atisbo de miedo por la certeza de una muerte segura, o es un loco o un maestro de esgrima.

El duque tanteó a su oponente con un travezón descendente que el enmascarado se limitó a esquivar cambiando el peso de su cuerpo de una pierna a otra.

- ¡Vamos desenvainad! ¿Es que no tenéis honor? ¡Os he retado a un duelo a muerte! - y pudo percibir una chispa de rabia encendiéndose en los ojos de su oponente.

Lanzó una furiosa estocada a fondo, con una elegancia magistral con el fin de atravesar el corazón de su impasible contendiente. Pero para su sorpresa, aquel hombre que ponía en riesgo todo su plan, realizó una pirueta que le permitió no sólo evitar la estocada sino colocarse a espaldas del duque al tiempo que desenvainaba su sable.

-A muerte no, a sufrimiento -musitó el enmascarado sin perder el aliento tras la muestra de agilidad que sorprendió al duque.
-¿Qué decís?- exclamó al notar que la aguda punta del sable de su oponente se colocaba peligrosamente amenazando su desprotegido cuello.
-Primero os cortaré los pies, a la altura de los tobillos - el duque intentó moverse pero el enmascarado pinchó ligeramente su cráneo recordándole que cualquier movimiento sería fatal para él- después os cortaré las manos a la altura de las muñecas, para después...
-Si, me cortareis la nariz y las orejas...
-¡No! Os equivocáis. Conservaréis las orejas. De ese modo podréis oír los gritos de las mujeres y los niños al ver el horror desfigurado que tendrán. Sufriréis el resto de vuestra vida los horrores de ser un monstruo a no ser...
-A no ser ¿qué? - por primera vez en su vida el duque se mostró dispuesto a negociar.
-Permitid que me marche de aquí con mi equipaje - dijo señalando con su mano a la duquesa. Ella y yo nos marcharemos, antes le ataremos a aquella silla, no fatalmente así que no tardareis en liberaros, para hacer después lo que os plazca.
-Os perseguiré hasta los confines del mundo...
-Podréis intentarlo y os estaremos esperando, pero para ello deberéis sobrevivir a este día ¿Qué decidís?

El duque soltó su espada y presto se sentó en la silla.

-Muy bien, vos ganáis. Atadme.
-Ya habéis oído duquesa, proceded a inmovilizar al duque. -le dijo el enmascarado a la joven, que se había mantenido al margen durante aquel extraño duelo.
-Como desees...


Y de ese modo, el pirata enmascarado recuperó a su amada y venció al duque sin derramar una gota de sangre.



En memoria de William Goldman que creó uno de los mejores cuentos de la historia.



Creado para el "El club de los retos de Dácil"



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