La comida

Se habían reunido todos. Era la costumbre que tenía la señora, muy moderna para su época, de convidar a los jornaleros a diario al almuerzo tras el trabajo en las tierras. Era la comidilla de la sociedad: la viuda de Domínguez que tiraba el dinero de su difunto en los labriegos.
Pero la realidad era que sus tierras eran las mejores, las más fértiles y productivas de la región. No por la calidad del suelo, sino porque la señora sabía que su prosperidad dependía de las manos que la trabajan. Si lo hacen con alegría y amor, la tierra te brinda todo lo que necesites. Y es cierto que nunca le faltaban jornaleros para trabajar en las tierras y en la casa.
Las puertas de su hacienda estaban abiertas a cualquiera que lo necesitara. Bueno, casi para cualquiera.
Yo siempre me quedaba fuera... Aunque estoy convencido de que algún día conseguiré vencer la reticencias de la señora a que yo entre.
Pero hasta entonces, seguiré rondando los alrededores y poniéndome las botas con las sobras que me dan todos a la hora de comer. Sin duda es la mejor vida que se puede tener... Pero qué sabré yo si tan sólo soy un perro.


Creado para el "El club de los retos de Dácil"

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