Oscuridad

Versión de una imagen original de Phil Savlem
Había perfeccionado su técnica con un duro entrenamiento. Era capaz de percibir ligeros cambios de presión y en ocasiones, incluso, podía escuchar los latidos de su objetivo. Aquel hombre estaba agitado pero tenía un paso firme. Su escasa higiene no le libraba del hedor de la culpa, ese acre aroma que penetraba por las fosas nasales del observador. Su cuerpo comenzó a prepararse para el ataque, esperando, paciente. Su respiración era tan suave que aquel tipo pasó frente a él y no percibió su presencia. Todo acabó en siete segundos: golpe en la traquea seco y directo (no demasiado fuerte para no fracturar la laringe, el objetivo es silenciar y sorprender). Golpe en el plexo solar con la palma de la mano (pérdida de aire momentánea e incapacidad de gritar). Doble golpe: barrido al pie y con misma inercia patada en la rodilla. Posiblemente fracturada (objetivo inmovilizar e impedir huida).
Aun tiene ganas de enfrentarse, aunque levanta su arma hacia el lugar equivocado. Último golpe, sólo con dos dedos, bajo su clavícula (años de entrenamiento en dianxue). Suelta el arma con un espasmo. El dolor que siente en ese momento es horrible, pero no es letal. Cuando la policía le encuentre y le interrogue hablará de los tres o cuatro tíos que le dieron una paliza.
Nuestro cuerpo es sabio y tiene un límite de tolerancia del dolor, cuando se sobrepasa dicho umbral se desconecta para ahorrarnos ese sufrimiento. Mientras yacía inconsciente en el suelo, su atacante le registró.
Mil doscientos en efectivo sin contar el botín del atraco. Nadie los iba a echar en falta. Inmovilizó al atracador y dejó el botín junto a él. El efectivo era su cobro por proteger la ciudad de escoria como esa. Ya se escuchaban sirenas. Los sabuesos de Arcadia eran buenos, pero necesitaban una ayuda extra.
Y tal como llegó se desvaneció, entre las sombras.

- ¿Matar está mal?
- ¿Mmm?
- Papá, digo que si matar está mal.
- Por supuesto.
- ¿Siempre?
- Siempre. No hay excusas para arrebatarle la vida a nadie.
- ¿Y si alguien mata a otra persona? ¿Estaría bien matarle?
- No se debe usar la muerte como castigo, hijo. Toda vida es preciosa.
- ¿Hay gente que merecería morir? ¿Gente mala?
- Para la gente mala hay otros castigos.
- Pero hay veces que matar esta bien.
- ¿Ah si?
- Si.
- ¿En qué ocasiones.
- Cuando matan a quien quieres.
- Hijo…
- ¿Qué castigo le pondrías si encontraras al que mató a Mamá?
- ¿Por qué preguntas eso?
- Contéstame por favor.
- ¿Si encontrara al que mató a Mamá?
- Si ¿Qué le harías?
- Hijo, si encuentro al asesino de tu madre, la muerte será lo mejor que pueda pasarle.

Guillermo y su hijo salieron de casa. No volvieron a tener aquella conversación. Padre e hijo encontraron la respuesta que buscaban: la muerte no es lo peor que puede pasarte. Afrontaría la rutina que le enajenaba de su tragedia. Dejaría a su hijo en el colegio y él pasaría el día en la oficina como cualquier persona normal. Pero al caer la noche, los que quebrantan la ley no tendrían donde esconderse. Era su manera de afrontar el duelo de la pérdida.


Publicado originalmente en "El Club de los retos de Dácil"

Comentarios

Entradas populares