Espérame, papá.

Había perdido el sueño con tanto ajetreo. Era uno de octubre y hacía un frío de mil demonios. El Regimiento de Fusileros marchaba por la calle Ocho y yo ya no tenía más analgésicos para mi cadera... No hay mal que por bien no venga, dicen. Gracias a que aquel maldito jamelgo me destrozó la pierna, mis amigos iban camino de la guerra mientras yo les veía alejarse desde la ventana del Premier.

Claude estaba abajo, con su cámara, disparando a diestro y siniestro.

Cuando vi la foto, supe que este artículo iba a ser bueno. Aporreé febrilmente las teclas de mi Underwood, sin dejar de mirar aquella imagen. Conocía a Bernice y a su hijo, Whitey. Jack era uno de mis mejores amigos y dejaba a su mujer y su hijo, para ir a luchar la guerra de otros.

La foto dio la vuelta al mundo. Yo rezaba cada noche por Jack y el resto de los muchachos. Deseaba que volvieran a casa sanos y salvos...

Afortunadamente, Claude también estuvo para inmortalizar el regreso de Jack junto a Bernice y el pequeño Whitey. Pero esa es otra historia.


Creado para el "El club de los retos de Dácil

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